miércoles, octubre 01, 2025

EL HOMBRE GRIS

 Su carácter se volvió sombrío y comenzó a vivir en piloto automático. Las decepciones borraron su sonrisa, su salud decayó, y se refugió en los libros y la tecnología. Radio Sin Fronteras creció desde un impulso anónimo, buscando continuidad en un tercer año tras años de altibajos. La llegada de artistas españoles como Clara le dio raíz, pero la poca interacción con su audiencia lo confundía. Sus desvelos buscaban un rumbo, aunque el camino seguía incierto.


Le ofrecieron un primer pódcast musical de una hora en inglés, y fue un rotundo fracaso. Una plataforma —tal vez la americana, oliendo una oportunidad— lo convenció: "Hazlo en inglés, llegarás a más". Él, dudoso, pero esperanzado, grabó un episodio: una mezcla de sus temas favoritos con comentarios breves en un inglés torpe pero funcional. Lo subió con el corazón en un puño, imaginando nuevos horizontes. Pero la respuesta fue un golpe: apenas un puñado de escuchas, comentarios tibios —"no se te entiende", "prefiero la radio"—, y un silencio ensordecedor desde su público habitual. Otra piedra más en el camino. Se sintió estúpido por intentarlo, por salir de su zona, y el fracaso reavivó sus dudas: ¿era su visión el problema o solo él?


Entonces le escribió una locutora para ofrecerse. "Soy Marta, tengo experiencia en radio. Puedo ayudarte con la voz, las transiciones, darle vida". Adjuntó una demo: su tono era cálido, profesional, con esa chispa que a él le faltaba al hablar. Por un momento, se imaginó la radio con ella: más pulida, más dinámica. Pero con mucho dolor tuvo que rechazar su oferta. Con solo cuatro anunciantes fijos —el café, la tienda de vinilos, los auriculares, el taller—, los números eran implacables. Apenas cubría el servidor y su renta; pagarle a Marta, aunque fuera poco, era imposible. "No puedo prometer nada a nadie", le escribió, con la garganta apretada. Ella respondió con amabilidad —"Entiendo, suerte"—, pero el adiós dolió como un eco de sus límites.


Se sentó frente al micrófono, mirando las cuatro paredes de su apartamento. El pódcast fallido, la locutora rechazada, la audiencia muda: todo pesaba. Pero al encender la emisión siguiente, con un tema de Clara sonando, un mensaje llegó: "No necesitas inglés ni nadie más, esto ya es suficiente". Era de un oyente en Murcia. No solucionaba nada, pero le dio aire. Sus desvelos seguían chocando contra piedras, pero también, quizás, estaban tallando algo.



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