El mundo se había vuelto mucho más crispado y hostil, no se sentía nada cómodo con ese ambiente qué le rodeaba.
Optó por refugiarse en la lectura como válvula de escape, en otros tiempos lo habría hecho en la radio, pero la sucesión de malas noticias le habían quitado las ganas de hacerlo.
Seguía con su vida del modo mejor posible que le dejaba su precaria salud.
Los dos primeros meses del año en curso se le habían pasado como una exhalación.
Había recuperado el contacto con su familia después de muchos meses sin ver a sus sobrinos.
Sus visitas al médico no se habían interrumpido en ningún momento, al igual que su arraigada costumbre de saltar de un curso a otro.
Seguían fieles como siempre sus dolores, igual qué si se tratase de un cándido, la papelera de su cuarto se había transformado en un vertedero de cajas de analgésicos.
Mientras sus amigos se habían casado y tenido hijos, él seguía soltero, sin compromiso, el terreno sentimental era algo yermo.
Otros más bordes tenían más suerte pensaba para sí.
Mientras la gente en general retransmitía su vida a través de las redes sociales, él las usaba para salir del maldito anonimato en el que las crisis económicas y su falta de movilidad le habían metido contra su voluntad.
Opto por un perfil bajo, ir haciendo un trabajo silencioso y continuado.
Aunque por el momento no le había dado resultados, no perdía la esperanza de que las cosas cambiarán.
El invierno se le estaba haciendo duro entre el frío y la humedad, no se sentía nada cómodo en dos años, le daba la impresión de haber envejecido de golpe mucho más de lo que el calendario indicaba.
Desde la aparición del virus chino el mundo le resultaba más hostil y agresivo, le daba la impresión de que todo el mundo estaba demasiado nervioso y eso le causaba gran desazón.
Los libros eran lo único que le procuraba calma, aunque había días en los que leer también le costaba horrores y se sentía machacado por un tanque.
