Reflexión sobre el amor, la distancia y lo que nos enseña el amor de una madre
Para alguien que nunca ha creído en el amor a distancia, no es tan sencillo abrirse a la idea de que pueda existir algo real en aquello que no se toca, que no se siente cerca. No es cuestión de falta de romanticismo o sensibilidad, es más bien una cuestión de experiencia, de lo que se ha aprendido y vivido. Si el único amor que conoces es el de tu madre, ese amor constante, presente, palpable, todo lo demás puede parecer incompleto, incluso inalcanzable.
El amor de una madre es algo que lo cambia todo. Es un amor que no se cuestiona, que siempre está ahí, firme como un refugio cuando todo lo demás tambalea. Es el tipo de amor que enseña qué significa cuidar, dar sin esperar nada a cambio, estar incluso cuando no se pide. Y crecer bajo ese amor deja huella, marca un estándar difícil de superar. ¿Cómo creer en un amor que no está ahí para darte la mano cuando la necesitas? ¿Cómo confiar en un sentimiento que solo existe en palabras o en pantallas?
No creer en el amor a distancia no es una debilidad, es una forma de protegerte, de evitar la vulnerabilidad que implica esperar algo de alguien que no puede estar cerca. La ausencia pesa, y para alguien que ha sentido siempre la certeza del amor materno, ese que no necesita demostraciones, porque simplemente *es*, la distancia parece una barrera insalvable.
Pero también hay algo curioso en esta resistencia. Aunque ese amor incondicional de una madre sea único, no tiene que ser el único amor que experimentes. Tal vez no se trate de creer o no creer en el amor a distancia, sino de permitirte cuestionar si, tal vez, el amor puede manifestarse de formas que aún no conoces. A veces, el amor no está en un abrazo físico, sino en la manera en que alguien te hace sentir acompañado, incluso estando lejos. A veces, el amor no es una presencia constante, pero sí un recordatorio de que importas, de que alguien piensa en ti, de que hay un vínculo que trasciende kilómetros.
Es normal sentirse escéptico. Si creciste con un amor que siempre estuvo ahí, un amor que no falló, pensar en otro tipo de amor puede parecer arriesgado. Pero la vida no se trata solo de certezas. Se trata también de abrirse a lo inesperado, a lo que te desafía a sentir de formas nuevas. Y aunque no todos los amores serán como el de una madre, eso no los hace menos valiosos.
Quizás no creas en el amor a distancia, y está bien. No tienes que forzarte a sentir algo en lo que no confías. Pero tampoco cierres la puerta a la posibilidad de que, algún día, descubras que el amor, aunque diferente, puede encontrarte de formas inesperadas. Porque el amor no siempre se ve, no siempre se toca, pero cuando es real, lo sientes. Y eso, al final, es lo que importa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario