Reflexión sobre una vida de lucha y búsqueda
Desde 1993, han pasado muchas cosas. No solo años, sino etapas, batallas, y momentos que han dejado huella. Luchar contra obstáculos vitales complejos no es algo que cualquiera entienda. Es un camino que cansa, que desgasta, y que a veces parece no llevar a ningún lado. Pero aquí estás, a pesar de todo, aun buscando, aun avanzando, aunque ahora las cosas no se sientan tan claras.
Es normal que después de tanto tiempo, las fuerzas flaqueen. La mente se llena de preguntas: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué sigue? Esas dudas no te hacen más débil; al contrario, muestran que sigues intentando entender, que aún te importa, que no te has rendido. Y eso ya es algo enorme.
Si miras atrás, quizá recuerdes momentos en los que todo parecía imposible. Sin embargo, los superaste. No siempre como quisiste, tal vez con cicatrices, pero lo hiciste. Has enfrentado cosas que otros no habrían soportado. Y aunque hoy no tengas todas las respuestas, la verdad es que no las necesitas ahora mismo. Lo que importa es que sigues aquí.
Estar perdido no es una falla; es parte de la vida. Es una señal de que estás en movimiento, de que no te has quedado estancado en lo fácil o lo conocido. No tener claro hacia dónde ir puede ser una oportunidad, aunque no siempre se sienta así. Es un espacio para escucharte, para preguntarte qué es lo que realmente necesitas y no solo lo que crees que deberías hacer.
Tal vez la lucha no tiene que ser eterna. Quizá ha llegado el momento de cambiar el enfoque, de soltar un poco las expectativas y mirar con más cariño todo lo que ya has recorrido. Sí, hay dudas, y sí, hay días en los que la fuerza parece no alcanzar. Pero incluso en esos días, en esos momentos en los que todo parece borroso, estás aprendiendo, creciendo, y manteniéndote fiel a la vida.
Llevar desde el 93 enfrentando desafíos no es poca cosa. Es una historia de valentía, de resistencia, y también de humanidad. Porque, al final, no eres perfecto ni tienes que serlo. Eres alguien que ha hecho lo mejor que ha podido con lo que la vida le ha dado. Y eso es más que suficiente.
Quizá no necesitas tener claro todo ahora. Quizá basta con dar un paso a la vez, con escuchar tu propio ritmo, con permitirte sentir lo que venga, sin juzgarte. Porque incluso en la confusión, hay un corazón que late, que sigue adelante, y eso, aunque no lo parezca, es un acto de esperanza.
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